Hace cinco años, específicamente en un sábado 14 de abril, lo que apuntaba a ser nada más un divertido festejo hawaiano en la casa del famoso Duvas, de pronto se convirtió en el inicio de una gran aventura. Me encontraba con dos buenos amigos, Bob y Fidel, platicando de cosas sumamente importantes como lo son las motos, las carreras y por supuesto nuevamente de motos… cuando de pronto mi atención no podía apartarse de aquella mujer con ojos rasgados que llegó tarde a la fiesta, lo único que pasaba por mi mente era, ¿quién es ella? ¿cómo se llama? ¡Debo conocerla! Suertudo en la vida, tuvimos la oportunidad de saludarnos, tomarnos un shot y darle la bienvenida por su regreso a Tijuana después de estar un año fuera de México por temas de estudio. Pensé que regresaba de China pero me aclaró que era de Chile. Creo que la puse nerviosa, sabía que se iba a enamorar de mí, porque repentinamente decidió retirarse de la fiesta. Aún recuerdo cada detalle de esa noche, dejé a mis amigos unas horas para irla a buscar al bar al que se fue, al no encontrarla tristemente pensé que ya no la volvería a ver, sin embargo a los pocos días recibí un mensaje por Facebook que decía, “el que se va sin despedirse”, desde entonces nunca me voy a otra parte sin despedirme de ella.